La industria supone un vector y una oportunidad fundamental para el crecimiento económico y social de los países, veamos cómo de importante es
Industria y crecimiento económico son dos conceptos que van de la mano desde los albores de la primera revolución industrial del siglo XVIII y que tomaron un signo definitivo tras el fin de la II Guerra Mundial, cuando la industria se erigió como el principal baluarte del crecimiento social y económico mundial, especialmente en los países occidentales. Los motivos de esta gran importancia radican, entre otras cosas, en la gran capacidad para generar innovaciones tecnológicas, con los avances en la calidad de vida de las personas que eso supone; en la calidad de sus empleos, cuyo arraigo y remuneración se encuentra por encima de la media; y en el efecto tractor que produce sobre el resto de los sectores productivos.
Si bien esto es parte de los libros de historia y de economía de cualquier facultad, el papel crucial de la industria es algo que se encuentra más vivo que nunca. Tal y como la describe la propia Comisión Europea, la industria supone “un motor esencial de la productividad y la innovación”; siendo además “una de las piedras angulares de la prosperidad económica en Europa”. Economías de países como República Checa, Eslovaquia, Alemania o Polonia son las que encabezan la mayor representación de la industria en su PIB, con cifras que superan, holgadamente, el 20% de representatividad. Esto se traduce en economías más exportadoras y, por tanto, con una balanza económica más sostenible a largo plazo.
Pese a ello, la industria europea no ha sido ajena al fenómeno de la globalización, y durante las últimas décadas ha vivido en primera persona la deslocalización de una gran parte de su producción hacia países en vías de desarrollo, así como una pérdida de peso frente al sector servicios, que ha experimentado un importante auge. Esta pérdida de importancia ha supuesto, en muchos casos, la destrucción de millones de empleos, así como la pérdida de competitividad e innovación de muchas de las economías que han llevado a cabo procesos de desindustrialización, especialmente significativa en los países del sur de Europa.
Son muchas las instituciones, agentes sociales y asociaciones privadas que llevan años encabezando una lucha por recuperar la apuesta por la industria. No en vano, la Comisión Europea lanzó la pasada década el llamado programa “Estrategia Europea 2020”, cuyo propósito era que una industria europea inteligente, innovadora y sostenible alcanzase un peso del 20% sobre el PIB de la Unión Europea; algo que no se ha cumplido salvo en aquellas regiones y países cuya apuesta por la industria nunca ha cesado.
La apuesta industrial, la gran oportunidad de crecimiento y recuperación económica
Con todo esto, la industria actual, muy alejada de la errónea imagen contaminante de la industria pesada de principios del siglo XX, se encuentra en un camino de modernización y dinamización sin precedentes que, además, se antoja fundamental para la consecución los grandes retos de la sociedad. Un camino marcado por grandes desafíos como el Grean Deal europeo, que marca un 2050 climáticamente neutro y en el que las empresas europeas sean las líderes mundiales en productos y tecnologías limpias.
La reconversión de nuestra sociedad hacia ese modelo más sostenible pasa por la apuesta industrial en sectores como los bienes de equipo (red eléctrica), la energía (renovables), el transporte (vehículo eléctrico) o las telecomunicaciones (redes de comunicación y digitalización); sectores donde una industria con un modelo de apuesta por la investigación y la innovación afianzarían el cambio de la sociedad hacia un modelo responsable; propiciando una nueva ola industrial y creando cientos de miles de empleos estables y de calidad.
Así las cosas, la industria europea, líder mundial en productos y servicios de alto valor añadido, gran sofisticación y bajas emisiones de carbono, precisa de un apoyo institucional firme para adaptarse a los desafíos actuales y así aprovechar las enormes oportunidades que ofrece la nueva era industrial. Un nuevo paradigma en el que las transformaciones económicas, sociales y medioambientales, aupadas por la digitalización, la automatización y la eficiencia energética, está transformando los procesos de fabricación tradicionales.
Radiografía y situación de la industria en la economía española
Hoy por hoy, prácticamente una quinta parte del PIB (el 19,7%) de la Unión Europea es consecuencia de la actividad industrial, tal y como informan las cuentas anuales de la UE. Una cifra que, en el caso de España, supone el 15,8% (con un Valor Agregado Bruto del 16,15%) y que, según el estudio “El sector industrial en Europa: estado y transformación digital” publicado por La Razón, genera el 14,01% de los empleos del país con una gran particularidad: de estos el 76,09% es de carácter indefinido, frente al 63,69% de la media.
En España, al igual que en el resto de países, existen acuciadas diferencias en la apuesta de las regiones por el sector industrial, determinante en las economías de algunas CCAA y residual en el caso de otras. Destacan, como grandes polos industriales en la economía nacional, los casos de Navarra, Euskadi y La Rioja, que superan el 20% de representatividad en su tejido económico; frente a comunidades como Baleares o Canarias donde esta representa únicamente el 3%. Es significativo en que comunidades con el peso de Madrid o Andalucía la industria apenas alcance el 10% de su economía.
Respecto a la composición de las empresas del sector industrial español, el 94,4% de ellas son pymes (pequeña y mediana empresa), el 85% son microempresas, el 13% son pequeñas empresas, el 2% son medianas empresas y el 0,6% son grandes empresas.