Más de la mitad de la población mundial vive en zonas urbanas, y ese porcentaje alcanzará el 80% para el año 2050. Pero, ¿alguna vez te has preguntado que ocurre para que una ciudad funcione?
Las últimas décadas han sido protagonistas de enormes cambios sociales en los que el ser humano ha acabado por concentrarse en grandes núcleos urbanos que, en algunos casos, acaban por ser tan o más grandes que las poblaciones de algunos países. Es así como la palabra ciudadano ha ido tomando una mayor relevancia, quizá hacia un papel más ligado al antes conocido como urbanita. Y es que, a día de hoy, la mitad de la población mundial vive en zonas urbanas. Grandes urbes como Tokio (Japón), con sus cerca de 40 millones de habitantes, o Cantón (China), que alcanza los 33 millones de ciudadanos, son ejemplos de cómo las ciudades requieren de una gestión muy meticulosa dada la gran suma de personas que pueden llegar a poblarlas. Veamos qué tiene que pasar para que una ciudad funcione.
En el mundo existen 500 núcleos urbanos con un número superior al millón de habitantes, de las que, a su vez, 70 sobrepasan los 5 millones de personas, 50 los 10 millones y otras 2 superan los 30 millones de habitantes. ¿Impacta pensar en toda la infraestructura tecnológica y humana necesaria para la gestión de estas grandes urbes, verdad? Pero si bien estas grandes urbes son significativas, las ciudades son también aquellas de tamaño medio o pequeño, por lo que el número de ciudades en el mundo se dispara, haciendo muy complejo cuantificarlas.
Es aquí cuando nos debemos hacer una pregunta, ¿qué hace funcionar una ciudad? Es decir, ¿cómo se gestiona tecnológicamente una ciudad para que los servicios de esta sean lo más eficientes posibles y el ciudadano medio tenga una vida más cómoda?
Al igual que nuestro cuerpo, las ciudades cuentan con «cerebros»: los centros de control. Estos centros son los encargados de recibir los datos emitidos por todos y cada uno de los sistemas inteligentes instalados en los diferentes puntos de las ciudades (transporte público, iluminación, carreteras, pasos de peatones, agua, sanitarios…) y conectarlos de una manera coherente y lógica para nuestro uso.
El dato como aporte para nuestra movilidad
Estos grandes cerebros se nutren de millones de datos (imagina lo que una ciudad como Tokio, en la que la inteligencia artificial y predictiva forma parte del día a día de sus ciudadanos, puede generar) y los procesan para, en base a nuestras necesidades, proporcionarnos información útil para nuestro día a día. Ya sea el horario en tiempo real del transporte público, actualizado según las incidencias que puedan ocurrir, o el número de bicicletas de alquiler público disponibles, nuestro tránsito cada día por la ciudad es optimizado por estos centros de control.
Tres conceptos que una ciudad funcione: Conectividad, seguridad y sostenibilidad
A mayor número de ciudades y ciudadanos, mayor número de problemas que gestionar. Este simple concepto es el que reside en los tres pilares para solventar las problemáticas a las que se enfrentan las ciudades del hoy y del mañana:
- Conectividad
- Seguridad
- Sostenibilidad
En la conectividad reside el concepto más lógico. Una ciudad debe estar conectada en todo lo que el término aglutine. Tanto desde el punto de vista de transporte, garantizando un transporte eficiente para sus habitantes desde cualquier lugar; como desde el punto de vista del concepto dato-información, asegurando que los diferentes puntos críticos ofrezcan los datos suficientes a los centros de control. Y es que los expertos en gestión necesitan datos e información para tomar decisiones, algo que los softwares predictivos de empresas como Ikusi, especialistas en servicios de integración, ingeniería y desarrollo tecnológico, nos prestan para nuestra comodidad y seguridad.
Pero detrás de todo lo visible existe una parte que nosotros, por suerte, no llegamos a ver casi nunca. Este concepto no es otro que el de la seguridad; aquella que nos permite viajar y circular sin miedo a sufrir ningún tipo de situación desagradable. Y es que los centros de control manejan datos que aglutinan a aeropuertos, tráfico rodado, estaciones de tren, estaciones de metro, tranvías, puntos calientes… Todo esto permite que si existe una incidencia de seguridad, los servicios de protección al ciudadano sean desplegados, garantizando nuestra tranquilidad en todo momento.
Tan o más importante resulta la ciberseguridad, que debe actuar de garante de las infraestructuras críticas de las ciudades, evitando cualquier tipo de ataque cibernético en los sistemas de control de tráfico, transporte, electricidad, aguas, residuos urbanos…
El último y no menos importante concepto es el de la sostenibilidad. Y es que las ciudades son responsables de gran parte de la contaminación e impacto ambiental del mundo. Es por eso que las ciudades inteligentes tienen que estar pensadas desde el punto de vista de la sostenibilidad; priorizando el transporte público y sostenible, la convivencia de los vehículos eléctricos y sus puntos de recarga con la bicicleta, la correcta gestión de los residuos urbanos, la minimización de la contaminación de los edificios o la adecuación de la red eléctrica a una red inteligente capaz de integrar las energías renovables.
Estos son los grandes retos para que una ciudad funcione. Mucho depende de nuestro comportamiento, ¿aceptas el reto?