Pese a que representa el 70% del PIB nacional, la empresa familiar sigue siendo una gran desconocida que hoy trataremos de entender mejor
Hablar de empresa familiar es hacerlo de uno de esos agentes que resultan clave en nuestro tejido productivo y económico, pero a los que, a su vez, no acabamos de otorgarle la importancia que merecen. Y es que las compañías de origen familiar, algunas muy conocidas por el público en general y otras en forma de PYMEs -lo más habitual-, son el tipo de empresas más común en nuestro país, representando el 89% del total y sumando más de 1.100.000 sociedades, tal y como se puede desprender de los datos ofrecidos por el Instituto de la Empresa Familiar. Unos números que se repiten en un patrón común con otros países como Estados Unidos, donde estas firmas suponen el 80% del entramado empresarial y generan, a su vez, el 50% del empleo. Quizá esto nos sirva como punto de salida para entender un poco más su verdadera importancia.
A la hora de definir una empresa familiar, podemos hablar de un tipo de compañía creada y gestionada por una o varias familias que, a su vez, controlan el patrimonio y la toma de decisiones de esta. Esta característica única es la que hace que este tipo de empresas controlen el rumbo de su actividad. Además, existe otra particularidad fundamental. Y es que la continuidad de estas está ligada al trascendental aspecto de la sucesión de la siguiente generación, un aspecto tan relevante como complejo. Veamos cuáles son los requisitos para considerar una compañía familiar como tal.
¿Qué requisitos debe cumplir una empresa familiar?
Toda empresa familiar que se precie reúne una serie de características diferenciales que podemos resumir en:
- La propiedad debe recaer en una o dos familias -normalmente dos familias concurren cuando se trata de segundas o terceras generaciones-. En el caso de aquellas empresas cotizadas, la(s) familia(s) deben contar con, al menos, el 50% de las acciones de la empresa.
- La presencia de la familia no debe estar únicamente ligada a la propiedad, sino que debe desempeñar labores ejecutivas y directivas.
- Tiene que existir un compromiso a largo plazo con respecto a la continuidad del negocio. De esta manera, distinguimos a una empresa familiar porque entre sus pilares se encuentra el largo plazo y la continuidad de su actividad como parte de un proyecto personal y/o familiar.
¿A qué tipos retos se enfrentan?
Como es natural, toda compañía ha de enfrentarse a una serie de retos que pondrán piedras en su camino:
- Financiación. Uno de los grandes retos, quizá el principal, al que se enfrentan este tipo de compañías es la de lograr un canal de financiación estable que garantice su actividad en el largo plazo. Y es que las familias empresarias condicionan, en muchas ocasiones, su patrimonio a la propia continuidad de la empresa; lo que puede causar situaciones límite y puede afectar a su capacidad de crecimiento a medio-largo plazo.
- Sucesión. Las estadísticas hablan de que tan solo el 30% de las empresas familiares acaban por ser capitaneadas por la segunda generación familiar, reduciéndose al 10% aquellas que pasan a ser gobernadas por la tercera generación familiar. Esto pone en valor la labor de aquellas que, gracias a una conjunción de trabajo, buena gobernanza y gestión eficiente, logran perdurar en el tiempo.
- Tamaño. Pese a que debemos diferenciar el concepto PYME (pequeña y mediana empresa) del concepto empresa familiar, la realidad en España es que la mayoría de empresas familiares son de pequeño y mediano tamaño, tal y como se puede observar en esta reflexión de Josep Tàpies para ESIC. Si bien el pequeño tamaño puede suponer también un factor diferencial en materia de flexibilidad, la realidad es que también resta oportunidades de negociación, visibilidad y reconocimiento.
- Formación y talento. En muchas ocasiones, la formación de los miembros de la empresa resulta decisiva para su propia continuidad. Sea esta formación en la propia actividad del negocio o en conocimiento de cara a llevar adelante las tareas asociadas a la gestión de la compañía. Además, esto es algo que se une al reto de la captación y retención del talento, el activo más valioso de toda compañía, que en ocasiones resulta un viacrucis debido al tamaño limitado de este tipo de empresas y, por tanto, su desventaja competitiva frente a grandes corporaciones.
Radiografía de las empresas familiares españolas
Si echamos un vistazo a la situación de la empresa familiar en España, encontramos que, según cifras del informe «Demografía de la Empresa Familiar«, publicado por el IESE Business School, el 71% de las cien empresas familiares más grandes del país se encuentra en rangos de facturación de entre 250 y 1.500 millones de euros; si bien, a su vez, existen cuatro compañías, conocidas por el gran público, que superan los 6.500 millones de euros de facturación anual: Gestamp Automoción, El Corte Inglés, Mercadona e Inditex.
Respecto a factores de empleabilidad, y basándose en las cifras de 2014 reflejadas en el citado estudio, tan solo el 0,35% de las empresas familiares nacionales emplean a más de 250 personas en sus actividades; ampliándose el número al 1,17% para aquellas que dan empleo a entre 50 y 249 personas; al 7,49% para aquellas que cuentan con entre 10 y 49 empleados; y al 90,99% para las empresas que tienen entre 1 y 9 empleados (la abrumadora mayoría).
Con todo, debemos destacar también la juventud de la empresa familiar española, con 66 años de media, es, de promedio, más joven que las norteamericanas, que establece la edad media en 81 años, y que las alemanas, con 100 años de promedio.
Velatia, una empresa familiar con más de 55 años de historia
El caso de Velatia es el de una de esas pocas compañías familiares que se han ido adaptando a los tiempos, logrando convertirse en un referente en sectores como las redes eléctricas inteligentes, la integración de las renovables y la movilidad eléctrica, la digitalización o la ciberseguridad desde que fuese fundada por Javier Ormazabal Ocerin, padre del actual presidente, Javier Ormazabal Echevarria, hace más de 55 años.
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